Post Tenebras Lux

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martes, 4 de octubre de 2016

¡El Amor del Señor Jesucristo! Por Thomas Brooks


  • Mirad que vosotros améis al Señor Jesucristo con un amor supremo, con un desbordado amor. No hay nadie que haya sufrido tanto por ustedes como Cristo. La mínima medida de la ira que Cristo ha soportado por ustedes, habría roto los corazones, cuellos y espaldas de todos los seres creados.
  • ¡Oh mis amigos! No hay amor, sino un amor supremo que de ninguna manera se hace adecuado a los sufrimientos trascendentes del amado Jesús. Oh, ámenlo por encima de vuestros deseos, ámenlo por encima de vuestras diversas relaciones, ámenlo por encima del mundo, ámenlo por encima de todas vuestras alegrías y placeres; sí, ámenlo por encima de vuestra propia vida; por eso los patriarcas, los profetas, los apóstoles, los santos, los cristianos primitivos, y los mártires antiguos han amado a nuestro Señor Jesucristo con un amor desbordante: “Y ellos han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte” (Apocalipsis 12:11); es decir, desecharon y despreciaron sus vidas, exponiéndose al peligro y a la pérdida por amor al Cordero que “los había lavado en su sangre”. He leído acerca de uno llamado Kilian, un maestro de escuela holandesa, que se le preguntó si no amaba a su esposa e hijos, el respondió; “que ellos eran todo el mundo, una pieza de oro, y si de sus manos dependiera dejaría todas las cosas a los pies de sus enemigos para vivir con ellos en una prisión; pero que su alma y su Salvador son lo más amado para él, más que todos”. “Si mi padre; dice Jerónimo, estuviera delante de mí, y mi madre colgara de mí cuello, y mis hermanos presionaran sobre mí; desearía irrumpir entre mis hermanos, tirar abajo a mi padre, y pisotear a mi madre, para llegar a Jesucristo.” “Si yo tuviera diez cabezas, dijo Henry Voes, todas serían cortadas por Cristo”. “Si cada pelo de mi cabeza, dijo John Ardley, un mártir; fuera un hombre, todos ellos debieran sufrir por la fe en Cristo”. “Deje que el fuego, las rejillas, las cadenas; dijo Ignacio, y todos los tormentos del infierno vengan sobre mí, así yo puedo ganar a Cristo”. El amor hizo a Jerónimo exclamar, Oh mi Salvador, ¿Por qué morir por amor a mí? Un amor más triste que la muerte; pero para mí una muerte más preciosa que el amor mismo. No puedo vivir, te amo, y amo tener más tiempo de Ti. A George Carpenter se le preguntó si él no amaba a su esposa e hijos, que se encontraban llorando delante de él, respondiendo: “¡Mi esposa y mis hijos! Son lo más amado para mí, que toda Baviera; sin embargo, por amor a Cristo, no los conozco”. Esa bendita virgen siendo condenada por el cristianismo al fuego, y teniendo su finca y la vida le ofrecieron si quería adorar a los ídolos, y gritó “Que el dinero perezca, y la vida se desvanezca, Cristo es mejor que todo”. Los sufrimientos de Cristo, son la mayor gloria de los santos: “Crudelitas vestra, gloria nostra” Su crueldad es nuestra gloria, ha dicho Tertuliano. Se ha dicho también de Babylas, que cuando estaba para morir por Cristo, él deseaba este favor: que sus cadenas puedan ser enterradas con él, como insignia de su honor. Así que mirad con qué supremo amor, con cual desbordante amor, los primeros santos han amado a Nuestro Señor Jesús; ¿y pueden, los cristianos fríos y que han disminuido su amor a Cristo, al leer sobre estos casos, no conmoverse?

  • Sin duda alguna, Cristo ha padecido por nosotros, lo más amado para nosotros debe ser Cristo; los más amargos sufrimientos han sido por nosotros, lo más dulce para nosotros debe ser Su amor, y debe ser aún más eminente nuestro amor por Él. Oh, dejen que el sufrimiento de Cristo repose cerca de sus corazones; sea Él vuestro maná, el árbol de vida, vuestra estrella de la mañana. Es mejor dejarlo todo que perder esta perla de gran precio. Cristo es la tubería de oro a través de la cual el aceite dorado de salvación corre; y, ¡cómo debe inflamar nuestro amor a Cristo! ¡Oh, que nuestros corazones fueran más afectados con los sufrimientos de Cristo! ¿Quién puede pisar sobre estas brasas, y su corazón no arde en amor a Cristo, y exclamar junto con Ignacio, Cristo mi amor ha sido crucificado? Si un amigo muriera por nosotros, ¡Cómo serían afectados nuestros corazones con su bondad! ¡Y el Dios de la Gloria que da su vida por nosotros! ¿no nos vemos afectados con su bondad? (1 Juan 4: 17 y 18). Saúl se vio afectado con la bondad de David perdonando su vida (1 Samuel 24:16) ¿Y no vamos a ser afectados con la bondad de Cristo, quien para salvar nuestra vida, perdió la suya? ¡Oh, el amor infinito de Cristo, que debió abandonar el seno de su Padre (San Juan 1:18), que descendió del cielo, y puede llevarnos al cielo (San Juan 14: 1-4), que Él siendo Hijo debió tomar forma de siervo (Filipenses 2: 5-8), que los esclavos fueron hechos hijos, de enemigos fueron hechos amigos, de ser los herederos de la ira a ser herederos de Dios y coherederos con Cristo (Romanos 8:17); ¡Que para salvarnos de la ruina eterna, Cristo debió apegarse a la nada, pero que estuvo dispuesto a hacerse carne, para estar en un pesebre, para ser tentado, abandonado, perseguido, y a morir en una cruz!
    ¡Oh, qué llamas de amor a Cristo deben encender estas cosas en todos nuestros corazones! El amor se compara con el fuego; amontonando amor sobre nuestro enemigo, que amontonaron carbones encendidos sobre su cabeza (Romanos 12: 19-20; Proverbios 26: 21) Ahora la propiedad del fuego es convertir todo lo que se encuentra en su propia naturaleza: el fuego hace que todas las cosas ardan; queden brasas de carbón; y ¿No es una maravilla, entonces, que la abundancia de Cristo, aun habiendo acumulado de los carbones ardientes de su amor sobre nuestras cabezas, seamos tan fríos como cadáveres respecto a nuestro amor a Él? ¡Ah! Que metal triste del que estamos hechos, que el amor ardiente de Cristo no inflama nuestro amor a Él. Moisés preguntó por qué la zarza no se consumía, cuando vio que ardía en fuego (Éxodo 3:3) Pero, por favor, si miran en sus propios corazones, ustedes verán una mayor maravilla, porque van a ver que, aunque ustedes caminan como esos tres jóvenes en el horno de fuego (Daniel 3), incluso en medio del ardiente amor de Cristo en llamas alrededor de vosotros; a pesar de eso, hay muy poco, muy poco de ese olor dulce del fuego del amor que se siente o se puede hallar en ustedes. ¡Oh! ¿Cuándo los sufrimientos de un Salvador amado y tierno de corazón encenderán una llama de amor en todo nuestro corazón, que deberá ir en aumento en nuestras vidas y labios, en todas las formas y en nuestras palabras, para alabanza y gloria de la Gracia? ¡Oh, que los sufrimientos de un Jesús amoroso puedan por fin hacernos enfermar de amor! (Cantares 2:5) ¡Oh, dejarlo para siempre estar en nuestros pechos! (Cantares 1:13) que ha dejado el seno de su Padre durante un tiempo, que Él pueda estar abrazado a nosotros siempre.

  • Traductora: Sarahi Canche Mas  Revisión: Natalia Armando , Celeste Canuto.

      Soli Deo Gloria !

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