Post Tenebras Lux

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jueves, 18 de agosto de 2016

"Mostrando Compasión al Prójimo" Presbítero José Mário Da Silva

El episodio bíblico sobre el cual discurriremos en nuestra meditación dominical fue registrado por tres evangelistas: Mateo, Marcos y Lucas. Con las leves variaciones de puntos de vista propios a la perspectiva adoptada por cada narrador, el tópico central de los relatos es el mismo, esto es la revelación del inmenso poder de Dios manifestado en favor de un hombre paralítico. El texto sagrado nos informa que algunos hombres fueron a Jesucristo y llevaron a él un paralítico que yacía en un lecho. La identidad de tales hombres para nosotros es completamente desconocida. No sabemos nada acerca de ellos. Sus nombres, el lugar donde vivían, a que familia ellos pertenecían, la profesión ejercida, ninguna de esas informaciones es presentada por el sacro narrador. Quiso el Espíritu Santo, autor principal de las Sagradas Escrituras, que nada supiéramos acerca de tales hombres, salvo el gesto bonito que tuvieron al llevar a alguien que sufría de parálisis de sus movimientos al único ser que no solamente podía hacer lo más fácil, curarle la enfermedad, como lo más difícil, lo que verdaderamente es imposible para los hombres, perdonar pecados, cancelar la trágica culpa derivada de ellos y conceder la bendición de la salvación a todo el que en él deposita fe irrestricta. Aquellos hombres tuvieron compasión del paralítico y lo condujeron a nuestro bondadoso y bendito Salvador y Señor Jesucristo.  No fue fácil la tarea de ellos, antes repleta de diversos obstáculos. Primero, aunque no sepamos la distancia que ellos recorrieron hasta llegar a la casa en que Jesucristo se encontraba, es bastante probable que la travesía emprendida haya sido agotadora e incómoda. Después, ellos tuvieron que enfrentar la multitud que abarrotaba la residencia en que Jesús estaba presente, enseñando la Palabra de Dios. Este es un dato recurrente en los evangelios: donde Jesús estaba, estaban también, no siempre impelidas por la motivación correcta, multitudes ávidas por los milagros operados por el Hijo de Dios. Por último, imposibilitados de entrar en la casa, ellos tuvieron que encontrar una brecha en el techo a fin de pasar por el y colocar el paralítico cara a cara con el Señor de la vida ,a a quien pertenece indudablemente el don de la salvación, Tales hombres, anónimos, movidos por la solidaridad generosa, se apiadaron del pobre y sufrido paralítico y lo llevaron a Jesús. Gesto bonito, cuyo registro supervisado por el Espíritu Santo, no escapó de la óptica atenta de tres inspirados evangelistas. ¿Qué lecciones podemos extraer del relato tan sublime? En nuestro caminar con Dios, ¿hemos sido capaces de contemplar los paralíticos espirituales que nos rodean, cuyas almas son esclavisadas por el pecado, que los hace infelices y los aparta de Dios? ¿Tenemos compasión de los que sufren y les extendemos las manos o confiamos en los limites de una espiritualidad ortodoxa, pero indiferente, fría y autosuficiente? A veces, pienso que ese es uno de los grandes riesgos que ronda a muchos de nosotros que alardeamos de poseer una fe anclada en los pilares de la Reforma Protestante. Nos tornamos académicos, sin caridad, "dueños de la verdad" e indigentes en gestos que indican, de hecho, que el amor de Dios es real en nuestras vidas. Cuando eso sucede, poco importa que haya paralíticos a nuestro alrededor. Nuestra insensibilidad no permitirá que los contemplemos, ni mucho menos que sintamos ardiente deseo de llevarlos al Salvador. Dios tenga piedad de nosotros.

Traducción: Celeste y Adriano Canuto