Post Tenebras Lux

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lunes, 19 de octubre de 2015

"La Iglesia en el Antiguo Testamento- Parte 1" Pr. Paulo Brasil


"Este es aquel Moisés que estuvo en la congregación en el desierto con el ángel que le hablaba en el monte Sinaí, y con nuestros padres; y que recibió palabras de vida para darnos" Hch. 7:38

Me gustaría iniciar hablando de dos aspectos visualizados en este tema.

1)Anacronismo- Este tema es muy importante teniendo en vista las circunstancias que involucran a la Iglesia de hoy. Para muchos seria pensar en un anacronismo. O sea, usar un termino fuera de su época. Muchos dicen que la Iglesia es algo sólo del Nuevo Testamento. Siendo así, ¿Cómo podríamos hablar de Iglesia en el Antiguo Testamento? Bueno, en el medio reformado eso no sería un problema, sino en el medio no reformado ese es un problema muy serio teniendo en vista el entendimiento errado que muchos tienen al hacer una separación entre Iglesia y la nación de Israel. Estos tienen dificultad de encontrar el concepto de Iglesia en el Antiguo Testamento. Esa separación que se hace entre Israel y la Iglesia es algo extremadamente perjudicial para la visión y unidad de la Sagrada Escritura como un todo.
  Sin embargo, este tema es pertinente y no anacrónico, al contrario, es una expresión fundamental de la teología reformada y la expresión de su verdad. Por ser una teología del pacto ella no hace distinción entre Antiguo y Nuevo Testamento en lo que concierne a los conceptos esenciales, a los símbolos y a las ceremonias (abolidas en Cristo y por eso no practicadas hoy). Los conceptos esenciales de la Iglesia son vistos en el Antiguo Testamento y esperamos referirnos a ellos.

2) Este tema es pertinente. No es un anacronismo, pero algo que enfrentamos hoy. ¿Cómo nosotros tratamos con el Antiguo Testamento en la Iglesia? Hemos encontrado un gran problema con la predicación veterotestamentaria en nuestras iglesias. La predicación en el Antiguo Testamento, además de ser escasa por convicciones equivocadas, ella es moralista en su esencia; no es redentiva, no es regeneradora, sino simplemente una exposición moral. Se toma un texto del Antiguo Testamento para hablar sobre la condenación de determinados pecados y como debemos vivir con base a un padrón. Hoy no se ve en la predicación en el Antiguo Testamento la esencia de la naturaleza de Cristo y la obra de unidad que existe entre el Antiguo y Nuevo Testamento. Por eso, además de ser un tema de nuestros días, y no estamos usando nada fuera de su contexto, estamos usando un tema extremadamente pertinente.

  Seguramente los hermanos que tienen un entendimiento de Israel distinto de la Iglesia, rechazan rápidamente este asunto. Vamos oír lo que la palabra de Dios tiene para decir acerca de este asunto para que disfrutemos de estas maravillosas verdades redentivas reveladas de forma clara y esencial en el Antiguo Testamento.

El Tema
  ¿En qué lugar en la Escritura podemos afirmar que el pueblo del Antiguo Testamento es llamado Iglesia? Es interesante ver como los hermanos que tienen dificultad con este tema parten de una hermenéutica literalista y por eso equivocada. Si no tiene la palabra "iglesia" con referencia a Israel, entonces Israel no es iglesia, dicen ellos. Si no tiene la palabra "Israel" para iglesia, entonces iglesia no es el Israel de Dios. Estos hermanos dicen que hay necesidad de tener una expresión literal para que la tesis sea confirmada. Pero tenemos que ver la teología como un todo.  Viendo este principio teológico por el prisma de la unidad de la revelación, podemos abrir las Escrituras en un texto de Hechos 7:38- "Este Moisés es el que estuvo en la congregación en el desierto con el ángel que le hablaba en el monte Sinaí, y con nuestros padres, y que recibió palabras de vida para darnos". La Palabra utilizada en el texto -congregación- literalmente es la palabra griega usada para "Iglesia" (eclesia). Lucas está diciendo aquí en el texto lo siguiente: "Este Moisés es el que estuvo en la 'iglesia' en el desierto". Es exactamente lo que Lucas está diciendo. El principio es que la iglesia involucra el pueblo que se congregaba en el Antiguo Testamento. Sabemos, a la luz del Nuevo Testamento, que la iglesia es formada por los electos de Dios, los escogidos del Señor antes de la fundación del mundo y ese pueblo electo por Dios es regenerado, justificado, santificado y vive una vida corporativa característica de un pueblo sacados de rumbos distintos hacia un camino común. El Nuevo Testamento nos da la visión muy clara de que los que pertenecen a la iglesia del Señor son aquellos que fueron salvos regenerados, santificados, convertidos. Si esto, entonces, es la esencia de la iglesia, que personas que fueron llamadas por Dios de la esclavitud del pecado hacia la libertad en Cristo, de la muerte a la vida para hacer la voluntad de Dios, tenemos que entender que en el Antiguo Testamento estas cosas también acontecían. ¿Será que sólo apelas la expresión, apenas el entendimiento veterotestamentario de la vocación como pueblo de Dios, sería suficiente para excluir la idea de que esta nación no era la nación que, escogida por Dios, fuera regenerada, convertida, justificada, santificada para andar en los caminos de Dios?¿Será que es una visión correcta afirmar que por el hecho de tener una nación especifica en el Antiguo Testamento (Israel) tenemos una iglesia distinta en el Nuevo Testamento donde pueblos de todas las razas están incluidos en el número de los electos? Caminemos hacia el siguiente entendimiento:

1)Tenemos que encontrar en el Antiguo Testamento y en la revelación general de las Escrituras la verdad establecida de que el pueblo del A.T creía en las mismas cosas que nosotros creemos hoy. En el mismo Dios y en las mismas verdades que creemos.

2) Tenemos que encontrar en el Antiguo Testamento, en toda la revelación del A.T que este pueblo, además de todo, no sólo creía como nosotros, sino que era un pueblo que esperaba en las mismas promesas que nosotros esperamos.

  Si no unimos estos, si no aceptamos y comprendemos esto, tendremos dificultades de creer que Israel es la Iglesia y que la Iglesia es Israel. A la luz de este principio partimos de esta dirección entendiendo la fe y la esperanza como algo común al Antiguo Testamento y al Nuevo Testamento.

 Antes de continuar, debemos dar una explicación. Vamos a citar algunos textos del Nuevo Testamento y muchos podrán pensar: ¿El hermano va a hablar de Iglesia en el Antiguo Testamento y, para eso, cita textos del Nuevo Testamento? Pero el mejor interprete de la Biblia es ella misma. Quien mejor interpreta el Antiguo Testamento es la propia Biblia. Si nos dirigimos al N.T para entender la interpretación del A.T es porque partimos del principio de que la verdadera interpretación del Antiguo Testamento está en el Nuevo Testamento.


Hebreos 11:1-3 y 8

"Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Porque por ella alcanzaron buen testimonio los antiguos. Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía". (vss.1-3)

Tenemos aquí un concepto neotestamentario de fe. En el v.1 tenemos un paralelismo sinónimo. Paralelismo es una característica de la lengua hebrea. Recordamos, sin embargo, que los autores del Nuevo Testamento eran judíos en su mayoría y su estructura en la escritura era obviamente judaica. Incluso escribiendo en griego, el pensamiento era judaico como su escritura. Por eso tenemos este paralelismo que es una forma de decir la misma verdad de forma diferente. ¿Qué es la fe? "Fe es la certeza de lo que se espera". ¿Qué más es la fe? "La convicción de lo que no se ve". ¿Qué es sinónimo aquí? Aquí "certeza" es sinónimo de "convicción"; "cosas que se esperan" es sinónimo de "hechos que no se ven" La fe esta firme no en dudas, sino en certezas, pero no en aquello que se ve. ¡Impresionante! Hasta porque la propia raíz de la "fe", en lengua hebrea, se origina de una palabra que en su base, en su múltiple utilización como palabra de una lengua, trae la idea de verdad, firmeza, como un árbol bien plantado no vacila. En hebreo la palabra "aman" de donde proviene la palabra "-Emunah" que es "fe" o "fidelidad" y que viene de la misma raíz, tienen un sentido de algo que está bien arraigado no vacila.
   La palabra "fe" usada en el Antiguo Testamento es usada ahora en el Nuevo Testamento como aquello que no vacila y la convicción de cosas que no podemos ver. Aquí está la gran paradoja. ¡Percibimos que estamos delante de una gran verdad! El autor de la carta a los hebreos nos da el concepto de fe. Pero de modo interesante el autor recurre a la creación para establecer el parámetro de lo que podemos entender como fe y recurre a personajes del Antiguo Testamento. Comienza hablando de Abel y discurre para poder decir que la fe es la exacta convicción de aquello que no podemos ver. El dice que "Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio...". Se establece, entonces, un principio de que Abel ya esperaba algo que no veía, pero sabía de su existencia. Nos parece que es este el principio por el hecho de que en los vss. 8-10 de este capítulo va a ser también así denominado. Está escrito: "Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba. Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa; porque esperaba la cuidad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios" (He. 11:8-10). Fue dada a Abraham la promesa de entrar en una tierra llamada "prometida", no era, en la visión de Abraham, el fin para el cual estaban determinadas todas las cosas. ¿Por qué? Porque según el texto el aguardaba la cuidad que Dios le había edificado pero alguien podría afirmar que en el texto no hay nada diciendo que la palabra "cuidad" se refiere a una ciudad celestial y que bien podría estar refiriéndose a Jerusalén,la ciudad santa. Si alguien no se convence con estos versículos debemos mirar más adelante.

"Por la fe también la misma Sara, siendo estéril, recibió fuerza para concebir; y dio a luz aun fuera del tiempo de la edad, porque creyó que era fiel quien lo había prometido. Por lo cual también, de uno, y ése ya casi muerto, salieron como las estrellas del cielo en multitud, y como la arena innumerable que está a la orilla del mar. Conforme a la fe murieron éstos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra" (vss.11-13).

Vamos a ver que "estos murieron en la fe", o sea, murieron creyendo "sin haber obtenido la promesa".

"Sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra. Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria; pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver. Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad". (vss.13b-16).

  La palabra ciudad usada en el texto es traída de vuelta. Ciudad aquí es sinónimo de patria celestial. Percibimos que cuando estos personajes del Antiguo Testamento eran llamados por Dios, sus vocaciones no eran para algo estrictamente terreno, sino para algo superior. La propia tierra de Israel nunca fue un fin en sí mismo. Esta apenas tipificaba la patria celestial. Según las palabras del autor de la carta a los Hebreos, cuando el trata en el capítulo 4 cerca del día del Señor, del día de descanso que Dios había dado a ellos; porque si fuera no hablaría de "otro día"_"Porque si Josué les hubiera dado el reposo, no hablaría después de otro día" (He. 4:8).Y en el v.9 leemos: "Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios". Aquella ciudad tipificaba la entrada en la patria celestial. Abraham llamado por Dios ya creía y aguardaba, según el autor a los Hebreos, una patria superior a la tierra prometida, pues esta era sólo un tipo y no un fin en sí mismo. Debemos recordar el concepto establecido por el autor de la carta a los Hebreos "la fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve". Existe fe y esperanza establecidas en el Antiguo Testamento. Los llamados y dirigido por Dios esperaban lo mismo que nosotros esperamos: la patria celestial, la nueva Jerusalén. La idea actual de que, para la nación judaica la tierra de palestina fue puesta como propósito final, es equivocada a la luz de toda la Sagrada Escritura. Porque para los hijos de Abraham, los habían creído como Abraham creyó, ellos aguardaban una patria celestial, la nueva Jerusalén, la ciudad santa. En el Antiguo Testamento la fe estaba establecida, los creyentes no veían, sino esperaban.

  Abraham creyó en la resurrección de los muertos. Los críticos modernos afirman que la doctrina de la resurrección no está establecida en el Antiguo Testamento. Nos parece que esto es un gran error porque, cuando Jesús fue cuestionado por los saduceos, en el Evangelio de Mateo, el Señor les dio una respuesta. El texto nos habla:

Jesús respondió claramente:
"Entonces respondiendo Jesús , les dijo: Erráis, ignorando las Escrituras y el poder de Dios. Porque en la resurrección ni se casarán ni se darán en casamiento, sino serán como los ángeles de Dios en el cielo. Pero respecto a la resurrección de los muertos, ¿no habéis leído lo que os fue dicho por Dios, cuando dijo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? Dios no es Dios de muertos, sino de vivos" (Mt. 22:29-32).

  Jesús habla basado en el texto del Antiguo Testamento cuando dice que Dios es Dios de vivos y no de muertos. El dice: "Yo soy el Dios de Abraham, de Isaac y Jacob". Jesús responde a la cuestión de los saduceos, que eran contrarios a la resurrección, citando el Antiguo Testamento. Seguramente que Abraham, Isaac y Jacob estaban muertos en la época de Cristo. ¿Por qué Jesús dice que Dios es Dios de vivos y no de muertos? Porque ellos están vivos. Jesús dijo a Marta: "El que cree en mí, aunque este muerto, vivirá" (Jn. 11:25). Es la misma fe establecida en el Antiguo Testamento. La fe en la resurrección es establecida en Génesis en el capítulo 22. Dios prueba a Abraham:

"Aconteció después de estas cosas, que probó Dios a Abraham, y le dijo: Abraham. Y él respondió heme aquí. Y dijo: Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré. Y Abraham se levantó muy de mañana y enalbardó su asno, y tomó consigo dos siervos suyos, y a Isaac su hijo; y cortó leña para el holocausto, y se levantó, y fue al lugar que Dios le dijo. Al tercer día alzó Abraham sus ojos, y vio el lugar de lejos. Entonces dijo Abraham a sus siervos: Esperad aquí con el asno, y yo y el muchacho iremos hasta allí y adoraremos, y volveremos a vosotros. (Gn. 22:1-5)

  Estas palabras no eran de alguien que deseaba calmar a los siervos desesperados con la posibilidad de la muerte de Isaac, porque ellos sabían lo que estaba sucediendo. Pero Abraham dice a los siervos "yo y el muchacho iremos hasta allí y adoraremos, y volveremos a vosotros". Tenemos que atender a las palabras "adoraremos, y volveremos" Veamos el plural: ¡Nosotros volveremos! El no dice, yo volveré. ¿Qué significa eso? El creía que si el muchacho muriese Dios lo iría a resucitar. ¿De donde sacamos esto? Volviendo a Hebreos 11, veremos claramente esta verdad.

Hebreos 11: 17-19

"Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido las promesas ofrecía su unigénito, habiéndosele dicho: En Isaac te será llamada descendencia; pensando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos, de donde, el sentido figurado, también le volvió a recibir".

   Abraham creyó que Isaac iría a resucitar. Es una convicción de aquello que no vemos, es la certeza de aquello que nuestros ojos no ven, ¡pero es la certeza! Nunca vimos a nadie resucitar, pero creemos en la resurrección de los muertos. El mismo principio se aplica a Abraham. El nunca había visto a nadie resucitar, pero creía en la resurrección. La Iglesia en el Antiguo Testamento creía y estaba fundamentada en los mismos pilares que se fundamenta la Iglesia del Nuevo Testamento. ¡Nosotros creemos y esperamos en aquello que no vemos!

   Ese principio de la fe necesita entenderse mejor. ¿Cómo surgía la fe en el Antiguo Testamento? Tenemos que mencionar ahora una doctrina perniciosa presente en la iglesia de hoy. El dispensacionalismo. A través de la tradición dispensacionalista tendremos una profunda dificultad de mirar hacia el Antiguo Testamento y ver la conversión de la misma forma como la vemos en el Nuevo testamento. Para el dispensacionalismo el hombre del Antiguo Testamento tenía una estructura diferente del hombre en el Nuevo Testamento. ¿Si el hombre del A.T pudiera arrepentirse sin la acción del Espíritu Santo, entonces para que el Pentecostes? No había necesidad de Espíritu Santo, pues el arrepentimiento sería algo humano. Es obvio que toda y cualquier acción de carácter regenerativo, salvífico, era operado por el Espíritu Santo de Dios para que ellos creyeran.

  Volviendo al texto que habla de Abel en Hebreos 11:4, vemos que el ofreció sacrificio a Dios por la fe. Si entendemos que el sacrificio ofrecido por Abel fue a través de una fe distinta, diferente, no siendo por lo que le fue revelado, entonces, similarmente tendremos que entender que la fe de Abraham no fue depositada en lo que le fue revelado. Pero en el texto dice que Abraham creyó. La misma fe que Abraham tuvo es la misma que Abel tuvo. Es la misma estructura. Y todos los electos tienen la misma fe que es la misma fe del pueblo de Dios en la historia, en el A.T o en el N.T. Fe implica una revelación de Dios. Sólo podemos creer en aquello que nos es revelado por la Palabra de Dios.

En Hebreos 4:1-3, leemos:

"Temamos, pues, no sea que permaneciendo aún la promesa de entrar en su reposo, alguno de vosotros parezca no haberlo alcanzado. Porque también a nosotros nos ha anunciado la buena nueva como a ellos. Pero no les aprovechó oír la palabra, por no ir acompañada de fe en los que la oyeron. Pero los que hemos creído entramos en el reposo...".

En el v.2 destacamos: ¡"Porque también a nosotros nos ha anunciado la buena nueva". "También a nosotros"! ¿Quiénes son "nosotros" aquí? Son los creyentes de la antigua alianza , los creyentes del Antiguo Testamento. De la misma forma como sucedió con nosotros, sucedió con ellos. A ellos fueron anunciadas las ¡BUENAS NUEVAS! ¡EL EVANGELIO!¡Que cosa maravillosa! El evangelio, las Buenas Nuevas, fueron anunciadas a los creyentes de la antigua alianza.
   Es necesario un comentario. ¿Cuál es la distinción del Nuevo con Antiguo Testamento? No hay distinción esencial, pero hay distinción de la relación entre aquello que es figura, entre aquello que es símbolo y lo que es simbolizado; entre lo que es tipo y lo que es tipificado. Los creyentes del Antiguo Testamento eran salvos por la revelación de Dios, objetiva y subjetiva (iluminación) vemos eso con el gran teólogo reformado Dr. Geerhardus Vos en su libro de teología Bíblica (Biblical Theology) que es un libro extraordinario. Dr Vos coloca el principio de la revelación así: La revelación es objetiva y subjetiva ...

continúa



Traducción : Adriano Canuto y Celeste Ontivero . Con permiso de Projeto Os Puritanos  (Revista Os puritanos ano xiv: nº III: 2006, p.3 )









viernes, 9 de octubre de 2015

"Nuestro Espíritu en la Cena del Señor" J.M.Brentnall



La cena del Señor es una preciosa ordenanza del Evangelio. En ella nosotros podemos tener la señal más clara, por la fe, de la muerte de nuestro Salvador, de su amor, de nuestro pacto con Dios, y de nuestra unidad unos con otros. Como "apunta" a Cristo crucificado "ante" nuestros ojos a través de señales visibles, ella nos invita a alimentarnos por la fe en Su "cuerpo inmolado" y su sangre vertida. Como la Cena revela Su amor para con nosotros, ella nos llama a creer en el amor que Él tiene para con nosotros y a amarlo en respuesta. Como la Cena sella en nosotros las bendiciones del pacto de la gracia, ella nos invita a confirmar nuestra fe en el Dios del Pacto a través de Su mediador. Como ella expresa nuestra unidad unos con otros, también nos invita a probar que tenemos aquella fe que opera por amor.

Como la Cena del Señor es la comunión del cuerpo y de la sangre de nuestro Salvador, ella nos muestra nuestra inexpresable deuda con Él, y ¿qué más podía él habernos dado para nosotros y nuestra salvación que a sí mismo? Por lo tanto, cuando nosotros participamos de los símbolos materiales que representan para nosotros Su cuerpo "inmolado" y su "sangre vertida", nosotros lo recibimos espiritualmente como realmente siendo entregado para nosotros. Vaciándonos de nosotros mismos y lo recibimos en nuestros corazones como una novia recién casada recibiendo a su novio. Debemos ejercitarnos en este sacramento como desearíamos ser hallados cuando Cristo venga a encontrarnos en la muerte. Meditando en Él y en Su sufrimiento por nosotros, nuestro deseo por Su presencia nos llevaría hacia tal comunión con Él que estaríamos felices por morir en Su mesa, Algunos dentro de Su pueblo conocen esto experimentalmente. Seguramente no participamos dignamente a menos que realmente demos la bienvenida y recibamos a Cristo dentro de lo "más" íntimo de nuestros corazones. Este es el acto de fe de recibirlo.

La Cena del Señor también sirve para mostrarnos Su amor (en morir) hasta que él vuelva. Esto, por lo tanto, nos llama a creer en esto y amarlo como respuesta. Así como él se entregó y continua entregándose por nosotros, entonces debemos entregarnos por y para Él. Nuestro acto de recibirlo implica entregarnos a El. Preocupados con su maravilloso amor hacia nosotros, simbolizando en los elementos materiales delante de nosotros, nos rendimos nuevamente a Él y nos sometemos una vez más para ser de Él y no de otro. Recibimos infinitamente más de lo que nosotros podemos siempre dar. Nos colocamos a Sus cuidados como el único que esta perfectamente habilitado para prepararnos la morada de Su Padre. Esto es fe: darnos a Él.

Sellando para nosotros las bendiciones del Pacto de la gracia, la Cena del Señor nos recuerdo que Dios hizo un pacto con nosotros, y que dentro de ese pacto Él colocó a Cristo, y que en Cristo Él colocó todas las bendiciones de la Salvación. El sacramento de la Cena es el sello de Dios para las promesas de Su misericordioso pacto, y nuestra fe en recibir este sacramento, es nuestro sello para aquellas mismas promesas. Participando de la Cena del Señor, entre tanto, nosotros ratificamos el Pacto de la Gracia, confiando que todos sus términos deben ser confirmados para nosotros y realizados en nosotros. Lo que es primero un compromiso de parte de Dios y después un compromiso de nuestra parte, ahora se hace un contrato mutuo. Las promesas de Dios y nuestra fe se encuentra en la Cena, y el sello de Dios y nuestro sello se combinan. Cuando nosotros participamos por la fe, el sello del pacto se hace uno, significando que Cristo es nuestro y nosotros somos suyos para siempre.

Por ser el Pacto de la gracia un pacto eterno, ordenado en todas las cosas y seguro, ninguno de sus sellos puede ser roto. Al respecto, nuestros renovados actos de fe en el sacramento se hacen medios de confirmación, fortalecimiento y nos asegura la fidelidad del pacto de nuestro Dios.

Por último, como un alimento comunitario, la cena del Señor expresa tanto la unidad interior y exterior del pueblo de Dios. Ellos se reúnen delante de la mesa de su Eterno Padre como sus hijos en relación hacia Él, y como hermanos y hermanas en relación unos con otros.

Esta es la razón porque ellos fueron llamados en los términos más solemnes, para sepultar cualquier tipo de rencor y ser reconciliados unos con otros antes de que participar del sacramento, yo conozco dos mujeres cuya enemistad fue llevada a la mesa con ellas durante 10 años, y esta enemistad no fue rota hasta que este aspecto se les resaltó. ¿Cómo podríamos amarnos unos a otros con un corazón fervorosamente puro mientras practicamos tal hipocresía?¿Cómo podremos obedecer el mandamiento: "vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro (Col. 3:12-13) Si ignoramos el mensaje evidente de los elementos que están delante de nosotros- ¿De la manera que Cristo os perdonó, así también hacéis vosotros? Solamente a través del autoexamen y de la adecuada reparación cuando descubrimos que culpados de falta de amor hacia los hermanos en Cristo, así podremos ser conducidos a participar de la cena como deberíamos.

Queridos amigos, ¿Somos participantes indignos de la Cena del Señor?¿Nosotros invitamos a Cristo en nuestros corazones todas las veces que participamos? Nuevamente nos rendimos y nos comprometemos con Él cuando conmemoramos su muerte por nosotros? ¿Colocamos nuestro sello en el sello de Dios  y confirmamos nuevamente que por Su gracia Él será nuestro Dios y nosotros seremos Su pueblo? ¿Nos reunimos alrededor de Su mesa como hijos amados de la misma familia? ¡Cuán bendecida será nuestra comunión si eso fuese así! ¡Que preludio del cielo sería para nosotros cuando nos sentáramos en Su mesa!.


Rev. J.M.Brentnall es editor de la Paz y Verdad ( extraído de The Banner of Sobereing Grace truth- Octover/ 2003, vol. II, nº 8)

Traducción : Adriano Canuto y Celeste Ontivero, con permiso de Projeto os Puritanos  Revista : AnoXII :nº2: 2004

jueves, 1 de octubre de 2015

Meditaciones de Martin Lutero



CADA CUAL AME Y HONRE A SU CÓNYUGE 

Efesios 5:31-33

"Por lo demás, cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo; y la mujer respete a su marido" (v.33)

Ni de lejos llegamos a un amor tal como ese, porque, como se dice, es demasiado sublime y grandioso. Y así como el matrimonio terrenal es pequeño, también el amor que existe en el es pequeño en comparación con el matrimonio celestial. Tenemos que contentarnos en seguir ese ejemplo y vivir de acuerdo con el modelo de ese matrimonio, de modo que en el estado matrimonial, cada uno se disponga a poner en práctica y demostrar su amor por su novia o esposa. Y si hubiese en ella algún defecto o falla, que el no considere esto a mal, sino use el sentido común, diciendo: ¿Cómo debo proceder? Ella es mi novia. A esta altura necesito en la medida de lo posible atenuar, purificar, embellecer, mejorar y en este pequeño matrimonio demostrar el pequeño amor, como Cristo muestra su gran e indecible amor por su novia, la iglesia, de quien también soy miembro.

Además, en el estado matrimonial compete también a la mujer, no solamente amar a su marido, sino también ser obediente y sumisa, imitando el ejemplo de la unión Cristo-iglesia y pensando así: "Mi marido es imagen del verdadero Dios y gran cabeza Cristo, por amor de quien voy a respetarlo y hacer lo que le agrada".

De forma similar, el marido, a su vez debe amar a su esposa de todo corazón, por causa del gran amor que ve en Cristo, diciendo así: "Ni yo ni nadie jamás amó así. Por eso según el ejemplo de Cristo, quiero, en la medida de mis capacidades amar a mi esposa como a mi propia carne, cuidando, alimentando y sirviéndola, evitando ser rudo y excéntrico con ella. Al contrario, si ella no fuese perfecta y comete alguna falta, voy a usar del sentido común y tener paciencia." Ese entonces dejaría de ser un matrimonio terrenal, humano o racional para ser un matrimonio cristiano, divino, desconocido para los paganos. Porque estos no perciben la gran gloria y honra del matrimonio, que se trata de una imagen de la sublime unión espiritual de Cristo. Por eso nos corresponde a nosotros los cristianos  honrar y exaltar mucho más este estado, porque sabemos y conocemos el esplendor y la gloria concedido a este estado.


Fuente: COMISSÃO INTERLUTERANA DE LITERATURA (CIL)  http://www.lutero.com.br/novo/vida_de_lutero_como_pregou2.php?id=22

Traducción: Adriano Canuto y Celeste Ontivero
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