Post Tenebras Lux

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viernes, 9 de octubre de 2015

"Nuestro Espíritu en la Cena del Señor" J.M.Brentnall



La cena del Señor es una preciosa ordenanza del Evangelio. En ella nosotros podemos tener la señal más clara, por la fe, de la muerte de nuestro Salvador, de su amor, de nuestro pacto con Dios, y de nuestra unidad unos con otros. Como "apunta" a Cristo crucificado "ante" nuestros ojos a través de señales visibles, ella nos invita a alimentarnos por la fe en Su "cuerpo inmolado" y su sangre vertida. Como la Cena revela Su amor para con nosotros, ella nos llama a creer en el amor que Él tiene para con nosotros y a amarlo en respuesta. Como la Cena sella en nosotros las bendiciones del pacto de la gracia, ella nos invita a confirmar nuestra fe en el Dios del Pacto a través de Su mediador. Como ella expresa nuestra unidad unos con otros, también nos invita a probar que tenemos aquella fe que opera por amor.

Como la Cena del Señor es la comunión del cuerpo y de la sangre de nuestro Salvador, ella nos muestra nuestra inexpresable deuda con Él, y ¿qué más podía él habernos dado para nosotros y nuestra salvación que a sí mismo? Por lo tanto, cuando nosotros participamos de los símbolos materiales que representan para nosotros Su cuerpo "inmolado" y su "sangre vertida", nosotros lo recibimos espiritualmente como realmente siendo entregado para nosotros. Vaciándonos de nosotros mismos y lo recibimos en nuestros corazones como una novia recién casada recibiendo a su novio. Debemos ejercitarnos en este sacramento como desearíamos ser hallados cuando Cristo venga a encontrarnos en la muerte. Meditando en Él y en Su sufrimiento por nosotros, nuestro deseo por Su presencia nos llevaría hacia tal comunión con Él que estaríamos felices por morir en Su mesa, Algunos dentro de Su pueblo conocen esto experimentalmente. Seguramente no participamos dignamente a menos que realmente demos la bienvenida y recibamos a Cristo dentro de lo "más" íntimo de nuestros corazones. Este es el acto de fe de recibirlo.

La Cena del Señor también sirve para mostrarnos Su amor (en morir) hasta que él vuelva. Esto, por lo tanto, nos llama a creer en esto y amarlo como respuesta. Así como él se entregó y continua entregándose por nosotros, entonces debemos entregarnos por y para Él. Nuestro acto de recibirlo implica entregarnos a El. Preocupados con su maravilloso amor hacia nosotros, simbolizando en los elementos materiales delante de nosotros, nos rendimos nuevamente a Él y nos sometemos una vez más para ser de Él y no de otro. Recibimos infinitamente más de lo que nosotros podemos siempre dar. Nos colocamos a Sus cuidados como el único que esta perfectamente habilitado para prepararnos la morada de Su Padre. Esto es fe: darnos a Él.

Sellando para nosotros las bendiciones del Pacto de la gracia, la Cena del Señor nos recuerdo que Dios hizo un pacto con nosotros, y que dentro de ese pacto Él colocó a Cristo, y que en Cristo Él colocó todas las bendiciones de la Salvación. El sacramento de la Cena es el sello de Dios para las promesas de Su misericordioso pacto, y nuestra fe en recibir este sacramento, es nuestro sello para aquellas mismas promesas. Participando de la Cena del Señor, entre tanto, nosotros ratificamos el Pacto de la Gracia, confiando que todos sus términos deben ser confirmados para nosotros y realizados en nosotros. Lo que es primero un compromiso de parte de Dios y después un compromiso de nuestra parte, ahora se hace un contrato mutuo. Las promesas de Dios y nuestra fe se encuentra en la Cena, y el sello de Dios y nuestro sello se combinan. Cuando nosotros participamos por la fe, el sello del pacto se hace uno, significando que Cristo es nuestro y nosotros somos suyos para siempre.

Por ser el Pacto de la gracia un pacto eterno, ordenado en todas las cosas y seguro, ninguno de sus sellos puede ser roto. Al respecto, nuestros renovados actos de fe en el sacramento se hacen medios de confirmación, fortalecimiento y nos asegura la fidelidad del pacto de nuestro Dios.

Por último, como un alimento comunitario, la cena del Señor expresa tanto la unidad interior y exterior del pueblo de Dios. Ellos se reúnen delante de la mesa de su Eterno Padre como sus hijos en relación hacia Él, y como hermanos y hermanas en relación unos con otros.

Esta es la razón porque ellos fueron llamados en los términos más solemnes, para sepultar cualquier tipo de rencor y ser reconciliados unos con otros antes de que participar del sacramento, yo conozco dos mujeres cuya enemistad fue llevada a la mesa con ellas durante 10 años, y esta enemistad no fue rota hasta que este aspecto se les resaltó. ¿Cómo podríamos amarnos unos a otros con un corazón fervorosamente puro mientras practicamos tal hipocresía?¿Cómo podremos obedecer el mandamiento: "vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro (Col. 3:12-13) Si ignoramos el mensaje evidente de los elementos que están delante de nosotros- ¿De la manera que Cristo os perdonó, así también hacéis vosotros? Solamente a través del autoexamen y de la adecuada reparación cuando descubrimos que culpados de falta de amor hacia los hermanos en Cristo, así podremos ser conducidos a participar de la cena como deberíamos.

Queridos amigos, ¿Somos participantes indignos de la Cena del Señor?¿Nosotros invitamos a Cristo en nuestros corazones todas las veces que participamos? Nuevamente nos rendimos y nos comprometemos con Él cuando conmemoramos su muerte por nosotros? ¿Colocamos nuestro sello en el sello de Dios  y confirmamos nuevamente que por Su gracia Él será nuestro Dios y nosotros seremos Su pueblo? ¿Nos reunimos alrededor de Su mesa como hijos amados de la misma familia? ¡Cuán bendecida será nuestra comunión si eso fuese así! ¡Que preludio del cielo sería para nosotros cuando nos sentáramos en Su mesa!.


Rev. J.M.Brentnall es editor de la Paz y Verdad ( extraído de The Banner of Sobereing Grace truth- Octover/ 2003, vol. II, nº 8)

Traducción : Adriano Canuto y Celeste Ontivero, con permiso de Projeto os Puritanos  Revista : AnoXII :nº2: 2004

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