Post Tenebras Lux

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jueves, 19 de mayo de 2016

"El Culto a Dios en la Perspectiva Bíblica" Presbítero José Mário Da Silva

 El ser humano, al ser creado a la imagen y semejanza de Dios, recibió el inusual privilegio de vivir glorificando al Señor, y prestarle continua alabanza y adoración. El pecado, sin embargo, alteró, sustancialmente, la orden originalmente establecida por el Creador. Soberano y controlador de todas las realidades, que trajo a la existencia por su poder y sabiduría, y no siendo tomado por sorpresa por absolutamente nada, Dios, en su presciente y decretiva mente, ya tenía, en los invisibles bastidores de la eternidad, decidido elaborar un glorioso plan de redención para su pueblo, en el cual toda la Trinidad participó: el Padre eligiendo; el Hijo redimiendo; el Espíritu Santo aplicando los efectos que Jesucristo realizó en la cruz del calvario en favor de sus electos.
 La obra de Jesucristo, perfecta en su esencia y eficaz en su impacto en la vida del hombre por ésta conseguido, restituye a quien fue alcanzado por la gracia salvadora, el privilegio de poder volver a adorar a Dios en espíritu y en verdad, en la meditación del Hijo, en el poder del Espíritu Santo, y de acuerdo con las prescripciones emanadas de as Sagradas Escrituras.
 A la luz de las Sagradas Escrituras, el culto es una convocación de Dios a su pueblo, y no una opción humana a ser elegida por nuestra pecaminosa voluntad. Basta que examinemos, con la debida atención, el salmo cincuenta, para determinar el carácter convocatorio del que se reviste el culto al Señor. El culto a Dios es un privilegio singular para el cristiano, que fue perdonado por Dios, y que volvió a disfrutar de la bendición de tener comunión con su Creador. En el culto, el cristiano alaba a Dios en la congregación; ora al Señor; oye la exposición de su Palabra; y crece en el conocimiento de Dios, que viene de la proclamación fiel de la Sagrada Escritura.
 El culto a Dios es prescrito por el propio Dios en su Palabra, de modo que los principios básicos que deben regir el culto público emanan del santo libro de Dios. En este particular, nuestros Símbolos de Fe son sumamente útiles y pedagógicos. En estos, sobretodo en la Confesión de Fe de Westminster, aprendemos que el culto presenta cinco elementos fundamentales: alabanza en la congregación, oración comunitaria, lectura de las Sagradas Escrituras, predicación expositiva de la Palabra de Dios y administración de los sacramentos del bautismo y de la cena de la alianza con el Señor.
 El culto público al Señor es tarea para ser desempeñada por los pastores y presbíteros, que son oficiales de la iglesia llamados por Dios para esa estricta finalidad. En el Antiguo Testamento, el culto era administrado por los sacerdotes, hombres maduros en la fe, con la vocación dada por Dios y separados para el santo oficio de dar culto Dios de forma como el Señor lo prescribió y como Él quiere ser adorado.
 El culto a Dios es un trabajo serio, en el cual todas las dimensiones constitutivas del ser humanos deben estar involucradas: intelecto, corazón y voluntad. En el excelente libro Principios Bíblicos de Adoración Cristiana (en portugués), el reverendo Hermisten Maia Pereira da Costa aborda, con singular pericia bíblica y teológica, el relevante asunto. Vale la pena conferir. SOLI DEO GLORIA NUNC ET SEMPER.

Traducción: Adriano Canuto y Celeste Ontivero Canuto.
                                       

                                                                                                        

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